HOFKAPELLE DE WEIMAR EN LA BEETHOVEN.
En el segundo concierto de la Temporada Internacional de Conciertos Fernando Rosas 2018, que anualmente organiza la Fundación Beethoven en el Teatro Municipal de Las Condes, se presentó la Hofkapelle Weimar dirigida por el violonchelista Peter Hörr.
El conjunto integrado solo por cuerdas, presentó un interesante programa que permitió apreciar tanto su musicalidad como su cálido y hermoso sonido, en obras originales tanto como en acertados arreglos.
Gioacchino Rossini contaba solo con 12 años cuando compuso la Sonata para cuerdas Nº 4 en Si bemol mayor, según el propio autor escrita un poco a la rápida, solo en tres días para satisfacer la necesidad de hacer música en vacaciones, y como en el lugar solo había dos violines, violonchelo y contrabajo, simplemente la escribió para esa combinación.
La obra, que no fue muy del gusto de su autor, refleja en gran medida lo que a futuro será su estilo, ella es sin duda amablemente graciosa, y por cierto la creemos muy digna de ejecutarse en conciertos.
La versión fue cuidadosa en el desarrollo de los diálogos instrumentales, llamando la atención como el contrabajo conduce en cierto modo el segundo movimiento (Andantino) que recuerda fuertemente a las arias de ópera por su carácter cantábile, algo similar ocurre con el Allegretto final que tiene melodías muy líricas; al igual que en los movimientos anteriores el conjunto acentuó la claridad melódica y los diálogos entre voces.
Siguieron con el Concierto para Cello y orquesta Nº 3 en La mayor de Carl Philipp Emanuel Bach, obra que en varios momentos recuerda el estilo de Gluck, fue interpretado por un excelente Peter Hörr, que posee un bello sonido además de una estupenda técnica, en la versión manifestó la expresividad clásica precisa, al tiempo que articulaciones y fraseos del chelista encontraron en el conjunto una estupenda respuesta.
La sensibilidad de Hörr sobresalió en el Largo maestoso, que es a la manera de una melodía acompañada de sensible carácter.
En el tercero se pudieron observar bellos contrastes y precisas articulaciones en el conjunto, en su interacción con el solista que demostraba derroche técnico y gran expresividad en sus intervenciones. Una versión que nos habla claramente del estilo clásico que se estaba imponiendo y que los hijos de J. S. Bach estaban desarrollando.
La segunda parte se inició con el bellísimo Adagietto de Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, obra que a pesar de su brevedad y concisión goza de enorme popularidad, el original de la obra es para cuerdas y arpa, en esta ocasión el arpa se reemplazó por pizzicato de las cuerdas en un arreglo que conserva el espíritu del original, la versión fue calmadamente expresiva, como debe ser, llegando en momentos al dolor interior, el clímax fue de sobrecogedora belleza, y el final fue desvaneciéndose musicalmente en la nada, fue un goce para los mahlerianos presentes.
Finalizaron con el arreglo del mismo Mahler para orquesta de cámara del Cuarteto en Fa menor op. 95 (serioso) de Ludvig van Beethoven.
Este se caracterizó por el pulcro balance sin perder su intensidad expresiva, destacando la precisión en ataques y cortes. El Allegretto fue abordado con intencionalidad que despejó su carácter un tanto hermético, que se contrastó con los vibrantes diálogos del tercero en el que mostraron extraordinaria precisión en figuras y articulaciones.
El cuarto Larghetto expresivo- Agitato- Allegro, se enfocó con gran peso sonoro acentuando su expresividad y belleza.
El público ahora encendido, exigió dos encore que alivianaron la tensiones emocionalmente expresivas de las obras anteriores, se trató dos movimientos de dos de los Divertimentos de Wolfgang Amadeus Mozart tocados con infinita frescura y gracia, siendo ovacionados por los presentes.
Gilberto Ponce. (CCA)