DOS CARAS DE LA NOVENA SINFONÍA DE BEETHOVEN EN LA SINFÓNICA.
Con toda la expectación que provoca la interpretación de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, el Teatro de la Universidad de Chile acogió una nueva versión a cargo de la Sinfónica Nacional, el Coro Sinfónico y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, que dirige Juan Pablo Villarroel y un cuarteto vocal, que calificamos de excelencia, todos bajo la dirección de la directora brasilera Ligia Amadio.
La obra considerada como uno de los monumentos de la humanidad, la misma que abrió nuevos rumbos en la forma al introducir la voz humana en una sinfonía, no solo posee innumerables valores musicales, pues también apunta a lo más profundo de la ética, el sueño de un mundo donde todos los hombres nos sintamos hermanados, idea para nada fácil de reflejar en música, razón que indujo a Beethoven a tomar textos de F. Schiller, de su Oda a la Alegría, para explicitar mejor su intención, temía que el formidable discurso instrumental, no fuera lo suficientemente claro.
Es así que incluso se atreve a introducir incluso un breve texto suyo, en las primeras palabras del barítono, el impacto producido en su estreno se ha multiplicado a través de los años, manteniendo todo su vigencia desde su estreno en 1824.
Esta es la razón, porque nos encontramos ante una verdadera aventura, reflejo en cierto modo de la aventura humana, por ello dirigirla implica adentrarse en el mensaje humanista que tiene como sello, el que se inicia ya en el trémolo en pianissimo de las cuerdas del comienzo, para desde allí crear el desarrollo de la visión beethoveniana del mundo y sus esperanzas. El gran arco expresivo se inicia en el primer movimiento y culmina con el celebérrimo cuarto, donde cantan coro y solistas.
Creemos que en esta versión existieron dos caras, los tres primeros movimientos de resultados variables y hasta dudosos, y el cuarto que consideramos un triunfo absoluto.
Ligia Amadio, de una de solvencia indiscutida, sorprendió con su desempeño en los tres primeros movimientos donde existió un evidente olvido del balance instrumental, ofreciendo una dinámica generalmente forte, incluso en partes que son solamente armónicas, no melódicas, como fue el caso de los cornos (de insuficiente desempeño), que muchas veces taparon las partes melódicas de la cuerdas, en los dos primeros movimientos el sonido del timbal fue descontrolado en sus forte y creemos que los enlaces de secciones fueron descuidados. En contraste hubo un muy buen rendimiento de los instrumentos en sus intervenciones solistas, tanto como la musicalidad y afinación de los contrabajos.
El segundo movimiento fue bastante rutinario, sin gracia y con demasiados desajustes entre sus secciones, las partes a solo del fagot de gran musicalidad y hermoso sonido.
En el Adagio, Amadio consiguió un bello sonido de las cuerdas, que mostraron la musicalidad a que pueden llegar, pero su desempeño no encontró correspondencia en el resto de las familias, incluso el forte antes de finalizar, que marca un gran contraste con el resto del movimiento, pasó sin pena ni gloria.
El tormentoso inicio del cuarto fue adecuando en carácter, pero la progresión dinámica y expresiva que va exponiendo el tema de la alegría, no fue muy lograda, hasta que se produjo la entrada del barítono Sergio Gallardo, quien con una prestancia increíble hizo el gran llamado a descubrir los sonidos de la alegría que hermanará a los hombres, con estupenda voz, dicción impecable, pero sobre todo con el carácter preciso dio un vuelco en la interpretación.
Bien se sabe que Beethoven no transa en tesitura, y es habitual que alguno de los solistas cante al límite de sus posibilidades, sin descollar mayormente, no fue este al caso, cada uno de ellos tuvo un desempeño que solo calificamos de formidable.
Es así que otra de las partes emblemáticas la Marcha para tenor y coro masculino, el solista fue Brayan Ávila, quien lo hizo con bello timbre, impecable dicción, con la musicalidad que se le reconoce, sobresaliendo naturalmente con bella voz sobre el coro en la sección final, que es como debe ser.
Guadalupe Barrientos la mezzosoprano hizo brillar su parte con sus intervenciones, su hermosa voz y timbre se distinguió siempre en los concertados, la soprano Andrea Aguilar que completó el cuarteto, musical, bella voz y sin problema alguno en los descomunales agudos.
Un detalle no menor en este virtuoso cuarteto, del que pensamos que tal vez sea el mejor que hemos escuchado en vivo en nuestro país, es que aquí ninguno intentó lograr un protagonismo inútil, todos se pusieron lealmente en comunión con la música, esta fue la razón de la ovación que recibieron al final.
El Coro Sinfónico y la Camerata Vocal mostraron que no solo les gusta la obra, la cantan con un fervor emocionante, estupendamente preparados por Juan Pablo Villarroel, lo hicieron con timbradas voces, estupenda dicción, musicalmente y con el carácter requerido.
Ligia Amadio ensambló con musical precisión un resultado que como era de esperar arrancó con exultantes muestras de entusiasmo, de parte de un público que al parecer seguirá gozando plena e intensamente con una de las mayores creaciones del genio humano, la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven.
Gilberto Ponce (CCA)