CLAMOROSO DEBUT DE LUIS TORO ARAYA CON LA FILARMÓNICA.
En el último concierto de la actual Temporada 2023, de la Orquesta Filarmónica de Santiago, tuvo lugar frente al conjunto, el debut, del joven director chileno, Luis Toro Araya, de tan solo 28 años, quien a pesar de ello, ya acumula importantes éxitos en el extranjero.
En la actualidad es director asistente de la Orquesta Nacional de España, y ha ganado varios concursos internacionales, entre ellos el Herbert von Karajan, que le permitió debutar en el Festival de Salzburgo, además, ha dirigido con gran éxito la Sinfónica de Los Angeles, USA, sumando importantes orquestas europeas.
Estudió violín con Alberto Dourthé y fue integrante por algunos años de la Sinfónica de Chile, antes de sus estudios de dirección en Europa.
Toro Araya en su debut, dio una amplia muestra, de algunas características muy importantes, para desenvolverse con éxito, en el complejo mundo de la dirección orquestal, como son; en primer lugar un talento y musicalidad natural, gesticulación muy clara, para lo que desea de la orquesta y conocimiento acabado de las obras que enfrenta. Del mismo modo se deduce, que es muy estudioso, por ello releva muy bien lo quiere de las obras que dirige, mostrando además gran seguridad en su desempeño; en él no se vio, al menos en esta presentación, nada de movimientos superfluos, que lo apartaran de su propósito, la música.
El director Luis Toro Araya, y miembros de la Filarmónica durante el concierto. foto Patricio Melo
El programa, presentó obras de Robert Schumann, Richard Wagner y Piotr Ilich Tchaikovsky, permitiendo apreciar la versatilidad de Toro Araya.
Este se inició con la Obertura, de la única ópera de Schumann, “Genoveva”, obra que en su estreno, no tuvo el éxito deseado por el compositor, en cambio la obertura, sí se ha mantenido, como obra de cierta frecuencia en conciertos.
Pensamos que la versión de Toro Araya, rescató las mejores virtudes de la partitura, tanto en sus contrastes, que acentúan el dramatismo, en una obra que transita entre lo lírico y lo ampuloso; la cuidadosa versión, consiguió una entusiasta respuesta del público.
De Wagner se escuchó luego, el Preludio y la Muerte de Amor de la ópera Tristán e Isolda, una de las piedras angulares de la música, debido a que con su cromatismo, dio inicio al alejamiento de la tonalidad, que dio paso a la modernidad.
Si la ópera es un desafío, también lo es, acertar en el carácter y profundidad, de este inicio y conclusión, de la obra, que es una síntesis absoluta del todo, aún más, en este caso, la sección final, ahora sin el sustento de la voz de Isolda, algo que obliga a acentuar el la contención y el dramatismo, solamente con la orquesta.
El director Luis Toro Araya y parte de la Filarmónica, foto Patricio Mrlo
Creemos que el director, fue capaz de desentrañar, no solo lo simbólico, expuesto en esa maraña de texturas armónicas, que fluyen en un continuo dramático, el que se diluirá solo en el acorde final, la batuta sacó a relucir toda la sensualidad y dolor expuesto por Wagner en la partitura. El gesto preciso y expresivo de Luis Toro Araya, consiguió de la orquesta, una versión de tal tensión emocional y expresiva, que fue recibida fervorosamente por el público, que la aplaudió largamente.
El concierto finalizó, con la Sinfonía N.º 6 en Si menor, de Tchaikovsky, uno de los monumentos de historia de la música, obra que inicialmente se llamaría “Programática”, pero, sin que su autor, hiciera la menor mención a ese programa; “que el público intente llegar a su significado”, habrían sido las palabras del compositor, lo cierto es que, a instancias de su hermano Modest, se la llamó “Patética”, que se acerca más, al carácter de la sinfonía.
Mucho se ha escrito sobre ella, quedando siempre todo en el ámbito de la especulación, lo relativo a su significado, sobre todo sabiéndose que Tchaikovsky, murió, pocos días después, que él mismo la dirigiera en su estreno. Su muerte en medio de una epidemia de cólera en San Petersburgo, hace pensar que la contrajo al haber bebido agua contaminada del río Neva, muriendo, tal como años antes muriera su madre, otros hablan de suicidio, incluso hasta inducido, pero todo cae nuevamente en la especulación. Lo cierto es que, la sinfonía podría ser descrita como un desgarrado grito de angustia, de alguien que, tal vez presentía la cercanía de la muerte.
Cuándo en ella hay de autobiográfico, cuánto de angustia existencial, no lo sabemos, solo nos queda sumergirnos en ella, para que resuene en nuestro interior, tal como lo deseaba su autor.
Luis Toro Araya en pleno concierto. foto Patricio Melo
A veces se cree que, los años dan la madurez necesaria, para interpretar algunas obras, algo que puede ser cierto, pero no completamente, debido a que directores jóvenes, también lo pueden hacer, de acuerdo a su madurez, pero respetando la esencia de la partitura, esto es, en este caso, llegar a desentrañar el dolor subyacente en la obra.
Creemos que la versión de Toro Araya, tiene mucho de pasional, a la vez que la aborda con todo ese desgarro interior que la cruza, las secciones que podríamos llamar más extrovertidas, como el tercer movimiento, las enfrentó con fuerza arrolladora, no solo en carácter, también en velocidad, la que manejó con destreza, asimismo, el gran motivo lo expuso con gran claridad, en las diversas familias instrumentales, brillo rotundo en los bronces, musicalidad y gracia en las maderas, que decir de la expresividad de las cuerdas, y sus perfectos pizzicato, y por último la perfección musical del timbal.
El director Luis Toro Araya,dirigiendo a la Filarmónica de Santiago. foto Patricio Melo
El complejo primer movimiento, que bien puede ser una síntesis de toda la sinfonía, lo abordó primero como una gran pregunta, y en el desarrollo alcanzó a mostrar, el drama que plantea su autor; de gran efecto fue la sección rápida en sus contrastes y tensiones, la progresión de este movimiento fue certera, en cuanto a los clímax que presenta, en medio de las recurrencias temáticas, que muestran dolor y desgarro.
Con gracia natural resolvió, el segundo, que pareciera un vals, de ritmo extraño en 5/4 o 2+3, que presenta una serie de entrelazamientos melódicos, la respuesta de la Filarmónica fue de excelencia en sonido y musicalidad.
El Adagio final, una audacia para una sinfonía, en ese tiempo, Toro Araya lo enfrentó con melancólico y desolado dolor, como si Tchaikovsky, se entregara a un destino, ya decidido, mostrando en su desarrollo el Pathos que lo atraviesa, tal vez, llanto en la primera sección y serena resignación en la sección final.
Luego de una pausa impuesta, por el gesto del director, los aplausos del público fueron creciendo hasta transformarse en largas e incontenibles ovaciones, que en su euforia, reconocían el notable trabajo de Luis Toro Araya, y la formidable respuesta de la Filarmónica de Santiago.
Gilberto Ponce (CCA)
Después del profundo y completo análisis del crítico,qué puede agregar una persona aficionada ,solamente que fue una gratisima experiencia,el conocer en el podio a un joven director como Luis Toro,viene en muy buenos antecedentes musicales así que gran sorpresa no me causó su excelente desempeño,Wagner fue muy bien abordado e hizo justicia a la bellísima música,por supuesto,que la Patética también,los interminables aplausos hacia él y la Orquesta Filarmónica fueron realmente muy bien merecidos.Le deseo al Maestro Toro ,que siga desarrollando su carrera exitosamente,no cabe duda de talento.Felicitaciones a todos.