UN CONCIERTO CON MUCHAS DUDAS EN LA SINFÓNICA.
El director canadiense Charles Olivieri-Munroe, estuvo frente a la Orquesta Sinfónica de Chile, en el doceavo programa de su Temporada 2011.
Pero su extenso e importante currículo, no se vio reflejado en los resultados, al menos en los de la segunda función del día sábado, debido a la gran frialdad, con que enfrentó el programa, dando la impresión que solo le importó marcar pulsos, para que las obras no se desarmaran.
La obra más importante de la tarde fue la “Sinfonía N° 2 llamada Navidad” de Krzysztof Penderecki, que marca el abandono del autor, de los estilos vanguardistas, que tantos éxitos le han reportado.
Los cinco movimientos, que se tocan sin interrupción, poseen una estructura bastante similar, por lo que es de primordial importancia realzar los contrastes dinámicos y de carácter, algo que en esta oportunidad Olivieri-Munroe no consiguió, restándole parte de la originalidad que posee.
La obra lleva por título “Navidad”, algo que resulta contradictorio, por el carácter muy oscuro que la inunda; si bien el director mostró conocer bien la parte formal de la obra, no logró entrar en su espíritu, incluso los fraseos no tuvieron nada que los pudiera destacar. Fue una sucesión de dinámicas “forte-piano”, sin diferenciar la característica de cada movimiento en particular; logró eso sí que la orquesta, tocara con muy buen sonido, pero solo eso, quedando en deuda con la obra, y con el público que acudió expectante a esta primera audición.
Antes se había interpretado el “Concierto para oboe y orquesta en Do mayor, k. 314” de Wolfgang Amadeus Mozart, con Guillermo Milla como solista.
Al parecer, los ensayos no fueron suficientes, lo que redundó en un rendimiento muy por debajo de las expectativas; en cuanto al solista, este se vio inseguro, tímido, acusando fallas en ciertos pasajes, por ello su versión solo puede ser calificada de correcta; el acompañamiento orquestal fue plano, pesado, fuera de estilo y con algunos desajustes, el gesto elegante del director, al que no le preocupó mayormente, acompañar al solista, no arribó a una versión que hiciera justicia a la obra.
La jornada se había iniciado con “…y después del silencio” para
orquesta y soprano recitante, del chileno Daniel Osorio, participando Nancy Gómez como solista.
En su transcurso, la soprano recita textos de Nicolás Guillén, los que a pesar de la amplificación, no se entendieron lo suficiente, además realiza pequeños “vocalise” y onomatopeyas de quejidos, Gómez trabajó una progresión dramática, otorgando dramatismo a la sección final, no obstante creemos que el director, no cuidó el balance sonoro de la orquesta, en las intervenciones de la solista.
La obra parece un estudio de timbres, en base a notas largas en las cuerdas, mientras el resto de las familias realiza otras articulaciones, alude al lenguaje musical de los años sesenta, así como al de otros compositores.
Nos queda una interrogante, ¿qué habría pasado con esta obra, si la hubiera dirigido un director más comprometido con ella?
En general un concierto que plantea muchas dudas, ¿un muy mal día? que terminó con la inclusión, a manera de «bis» después de la Sinfonía de Penderecki, de un extemporáneo y simplón “paso doble”, cuyos ensayos se podrían haber utilizado en pulir el Mozart.
Gilberto Ponce. (CCA)