LAS DOS CARAS DEL REY ARTURO DE PURCELL.
En el marco de la Temporada de Conciertos del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado, se presentó en el GAM la semi ópera King Arthur de Henry Purcell.
El Departamento de Música UAH, ha venido desarrollando desde hace ya un tiempo programas de gran atractivo y calidad, incluyendo permanentemente en ellos espectáculos escénicos que han alcanzado gran éxito, particularmente por la seriedad de su preparación.
En esta oportunidad, con King Arthur al igual que en otras enfrentan el desafío con la participación de alumnos de diversos niveles, esto es desde principiantes hasta otros cercanos a egresar, lo que sin duda constituye un plus enorme para los estudiantes, pues adquieren importante experiencia, al verse en contacto con obras de importancia, por ello creemos que esto es si duda alguna uno de los valores más importantes de estos montajes.
Es así que a través de las temporadas hemos podido apreciar los importantes avances en muchos de estos alumnos, lo que da cuenta de la seriedad en su formación.
Titulamos este comentario como de dos caras, pues creemos honestamente que fue lo que ocurrió con este montaje, por un lado lo musical y por el otro la puesta en escena que deja demasiadas dudas.
En lo musical es donde encontramos los grandes valores, en lo vocal fue apreciable mucho rigor en la preparación del coro, del que se desprenden los solistas, aquí es necesario destacar que los cantantes lo hacen de espalda a la orquesta y al director general, algo que valoriza su trabajo y el de Jessica Quezada su directora que es digno de calurosas felicitaciones, por sus voces timbradas y muy seguras, en medio de constantes movimientos; en el caso de los solistas, cuyos nombres no aparecen en el programa de mano, se aprecia el diferente grado de formación, siendo estupendo en aquellos de los últimos cursos, muchos de los cuales hemos visto en montajes anteriores, y de fogoso y contagioso entusiasmo en los más novatos.
Felipe Hidalgo dirigió la Camerata Instrumental UAH, que con instrumentos modernos tuvo aciertos importantes, como aquellos de sutilezas en las cuerdas y en los tutti con las voces, su gesto claro cuando dirige logra una concertación de gran valor, incluso al considerar que la ubicación de los instrumentos es poco favorable.
No nos parece necesario que toque su violín mientras dirige, pues tiende a perderse la precisión en ciertas secciones.
La puesta en escena es la que nos merece reparos, pues si bien a priori no rechazamos puestas arriesgadas por lo novedosas, creemos que estas deben tener una necesaria pertinencia, algo que esta oportunidad no encontramos, la lucha entre bretones y sajones llevada a un enfrentamiento futbolístico, con fanáticos, porristas -que en el futbol no existen-, incluidas “olas” entre los fanáticos, no tienen correspondencia con los textos, resultando incoherente leer los textos y ver lo que ocurría en el escenario.
Lo escénico de Gabriela Clavería y Rodrigo Mellado nos lleva al camarín, a las graderías y por último a la Disco King Arthur, en soluciones de discutible gusto, el vestuario de los asistentes a ella, lo consideramos grotescamente feo e incongruente.
Creemos que Gonzalo Cuadra, de quien hemos vistos producciones notables, equivocó el camino en la búsqueda de una novedad o actualización aquí inconducente, rescatamos el que cada participante realice puntillosamente todo aquello que se le indicó en cuanto a movimientos. Pero ese rigor no consiguió entrar en el espíritu y finura de la obra de Henry Purcell.
Gilberto Ponce. (CCA)