EL CHISPEANTE ELIXIR QUE OFRECE EL MUNICIPAL.
Muchas veces, y en forma muy equivocada, algunos califican como menores las óperas bufas, pues en general estas tienen melodías fáciles y pegajosas, y sus argumentos son livianos.
No obstante creemos de gran injusticia ese juicio de valor, pues no solo lo solemne o trascendente está revestido de calidad, bien se sabe, que no es para nada fácil escribir con verdadera calidad ópera bufa, y se debe reconocer que en ese género también encontramos obras maestras, este es el caso de El Elixir de Amor de Gaetano Donizetti, que se está ofreciendo como último título de la Temporada de Ópera 2013.
Claro está, que como ocurre con cualquier puesta en escena, para que los valores de la obra reluzcan plenamente, se requiere de un trabajo serio y acucioso, de todos aquellos que participan en ella, tal como que ocurrió con esta presentación, que cierra notablemente el ciclo lírico de este año.
En la funcional y atractiva escenografía creada por Ramón López en 1991, y que mantiene plenamente su vigencia, se desarrolla esta puesta, ambientada en un lugar indeterminado de Latinoamérica, que cuenta además con el vestuario de Germán Droghetti y la iluminación del propio López.
La dirección de escena (règie) fue de Rodrigo Navarrete, a partir de la original de Filippo Crivelli.
Navarrete realiza un trabajo de gran creatividad, tanto en el trabajo individual como el lo colectivo (coro), perfilando muy bien los personajes, al tiempo que logra una interacción perfecta entre ellos, el pueblo, soldados y los asistentes de Dulcamara.
En todos logra espontaneidad y gracia, razón por la que el público no deja de reír francamente, en muchas de las situaciones.
Otro factor que fue decisivo en el éxito conseguido, es el de la dirección musical, que recayó ahora en Antonello Allemandi, quien logra resultados óptimos de la Orquesta Filarmónica de Santiago, realzando frases y motivos, convirtiéndola en verdadero cómplice de la actuación.
Allemandi lleva un férreo control de todo el aparato musical, siempre con musicalidad y carácter, por ello al finalizar, se llevó una de las grandes ovaciones del público.
Muchas veces hemos alabado el trabajo del Coro del Teatro Municipal, que dirige Jorge Klastornick, en particular en aquellos trabajos en óperas monumentales o complejas; por ello la versatilidad que muestra, es digna del mayor elogio, porque con el mismo profesionalismo de Billy Budd u otras complejas obras, les vemos aquí con soltura y simpatía, ya sea como aldeanos o soldados, al tiempo que exponen lo mejor de su canto.
Los solistas fueron encabezados por la soprano estadounidense Jennifer Black, quien da perfectamente el papel de la voluble Adina, que caerá rendida finalmente ante la persistencia de Nemorino; aunque su voz muestra en algún momento un vibrato que puede molestar a algunos, esto pasa a un muy segundo plano con sus magníficos agudos, hermosa línea de canto y prestancia escénica, en el caso de su personaje, y no es su culpa, el traje del segundo acto, es muy inadecuado para su físico, y no entendemos, porqué no se buscó una solución mejor, pensamos que una exceso de celo en los diseños originales, a veces entorpece el todo.
Ji-Min Park el tenor coreano, asumió como el ingenuo y la vez insistente Nemorino, ganándose ampliamente al público con una actuación, chispeante, llena de matices, además es dueño de un poderoso y hermoso material vocal, que maneja con todo tipo de contrastes; la ovación luego de “una furtiva lagrima”, casi obliga a una repetición.
Dulcamara a cargo del experimentado Pietro Spagnoli, fue otro de los triunfadores, el barítono además de su hermosa voz, manejada impecablemente, crea un personaje de gran simpatía, a pesar de lo poco ético que puede resultar su rol, pues es él, quien vende el mágico “elixir”, que no es otra cosa que un simple vino.
Arttu Kataja el barítono finlandés que debutó en Billy Budd, ahora asume como el sargento Belcore, un rol diametralmente diferente, lleno de ironía y humor, como el arrogante conquistador, su porte, además de su bella voz, ayuda en gran medida a su personaje, en particular al final, cuando decide quedarse con la pequeñísima Giannetta.
Giannetta la amiga de Adina, fue cantado por Andrea Betancur, quien parece tener una particular afinidad con la comedia, ya la vimos triunfar hace poco en Cosi fan tutte, ahora reedita aquello, con un personaje que se hace querer, y con un manejo estupendo de su hermosa voz.
Un gran cierre de Temporada, gracias a un excelente grupo de cantantes, y una espléndida puesta en escena.
Gilberto Ponce. (CCA)
Estimado:
La responsabilidad de la escenografía también es mía. En cuanto a la preocupación manifestado por usted con respecto al segundo traje de Adina, lo comparto en su totalidad. Le debo contar que el Teatro Municipal asigna honorarios de reposición que son un chiste, por lo que renuncié a trabajar, casi gratis, para una institución que recibe y gasta millones. Ese trabajo de reposición contempla tomar decisiones estéticas como parte importante de la puesta en escena. Lamento que el segundo traje de Adina (pensado originalmente para una soprano «normal», como lo fueron las tres anteriores) a nadie del Teatro le importara como se veía. Esto no es nuevo. Se viene dando mucho más normalmente de lo que usted cree. A nadie le interesa lo que se ponga en el escenario. A nadie le importa que el «fisic du rol» sea un traspies en la visualidad. En fin, a nadie le interesa entender una ópera como un espectáculo en vivo más completo que un recital o concierto. Espero haber aclarado y contarle que el haber estado fuera de la producción me duele aun mucho.
atentamente
Germán Droghetti P.
Estimado Germán; en la crítica de la versión Estelar, aparece la respomsabilidad compartida en la escenografía, que por simple omisión, no lo hice en la versión Internacional.
Saludos.